2015 fue un año raro para mí.

Barcelona está llena de start-ups y agencias de marketing digital, pero yo, después de llevar un tiempo en el paro, sin buscar nada de trabajo, tomé una decisión.

¿Qué decisión?

Pues, decidí que iba trabajar como comercial de espacio espacio publicitario para una revista gratuita de guiris.

Barcelona Metropolitan.

Vaya gran idea.

Escucha.

Los lectores de aquella revista son guiris que no hablan español.

Los anunciantes son empresas locales cuyos dueños no hablan inglés.

A parte, anunciarse es casi 10 veces más caro que cualquier otra revista, y la gente lee menos revistas ahora que antes.

No es exactamente algo que te quitan de las manos.

Bueno…

El segundo error que cometí fue cuando me puse a visitar atodos los ex-clientes creyendo que iba a ser fácil que convencerles de volver a anunciarse.

“Eso es una mala idea”, me dijo mi compañero, un marroqui de clase alta que vestía camisas Armani y odiaba a los moros más que Torrente.

Calla moro.

No le hice ni caso.

Yo tenía una estrategia co-jo-nuda.

Llamé a los exclientes y les expliqué que en vez de poner un logo o una foto de tienda, podrían hacer un anuncio de respuesta directa.

Podrían generar leads en vez de vender marca como si fueran Coca-Cola.

¿Y?

A casi todos les encantaba la idea.

Iba a las reuniones.

Les explicaba mi idea

Todo el mundo me decían que les parecía muy interesante,

Pero, las reuniones acababan igual.

No vendía un carajo.

¿Por qué?

Pues, la gente quedaba conmigo no porque tenían ganas de aprender sobre marketing directo, sin o por otra razón.

La gente quedaba conmigo para cagarse en las falsas promesas que el último comercial les había vendido.

Era por eso que quedaban.

Era eso que querían.

Cagarse en la revista y el comercial.

Sacar peste.

Lo de marketing directo les parecía interesante, pero no superaba la decepción que sentían con su último anuncio.

Bueno…

Perdí una semana quedando con gente que me recibía con brazos abiertos para luego mandarme a la mierda.

Pero, luego me di cuenta que yo estaba igual de dominado por mis emociones que esa gente.

Yo seguía la lógica que es más fácil vender algo a un ex-cliente que un cliente nuevo.

Y en teoría lo es.

Pero esta revista, que solo vendía humo y promesas falsas, el caso era al revés.

Vender a ex-clientes era una pérdida de tiempo, y en la mayoría de casos, una misión imposible.

Pero bueno, yo esto no lo quise ver.

¿Por qué?

Pues, yo estaba quedando con ex-clientes era para evitar lo que en realidad me asustaba un montón.

Llamadas en frío.

Y aún peor, visitas a puerta fría.

Tenía miedo de quedar con gente nueva que igual me iban a mandar al carajo, y por eso quedaba con gente vieja, que al final también me gritaba.

Es lo que hay.

¿Y qué?

Pues, medivierte pensar en la gente que nunca ha vendido algo en persona, que quieren aprender a vender online.

Nadie les grita.

Nadie les insulta.

Nadie les miente.

Y nadie les manda a tomar por el culo.

Es todo tan seguro y tan aislado.

Y, cuando están de bajón, se van a un grupo de facebook para celebrar su nuevo triunfo…


“¡wow! un blogger ha respondido al comentario
que colgué en su blog, ¡estoy recibiendo tráfico cualificado!”


Puro moñas.

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