Tengo una vecina que en los años 80 se fue de vacaciones a Paris con una amiga ninfómana.

Dijo que fueron los mejores vacaciones de su vida.

Como no tenían dinero para ni hotel ni hostal, la amiga se tiraba un tío diferente cada noche, y mi vecina cada mañana se despertaba en un piso que no conocía.

Bueno…

Un viaje en el que me hubiera gustado haber llevado más pasta fue cuando fui a Ecuador y a Colombia con mi amigo el follonero, el catalán que saluda a Franco y trabaja en un banco.

Primero llegamos a Ecuador donde nos quedamos una semana en casa de amigos y parientes.

Esto lo organicé yo.

Nos trataron súper-bien y nos llevaron en coche a pasear por un montón de sitios.

De la ruta colombiana, estaba encargado el follonero.

No sabía qué tipo de desastre me esperaba.

Para empezar, no teníamos dinero para volar dentro de Sudamérica y para llegar desde el primer destino colombiano, Cali, cogimos un autocar.

El conductor del autocar nos dijo que había unas 10 horas de viaje.

18 horas más tarde en un autocar sin aire acondicionado, en unas carreteras bastante malas, el mismo tipo nos avisó – “En una horita ya llegamos”

Eran las 02.00 y le pregunté a mi amigo:

– Oye, ¿tú tienes claro dónde vamos a dormir esta noche?
– Sí sí, no te preocupes. Nos vamos a quedar en la casa de la amante de un amigo mío.
– ¿En la casa de la amante de un amigo? ¿Y ellos saben que estamos llegando?
– Sí, sí. Ahora les llamo.

Vaya plan.

Hizo 10 llamadas y nadie le contestó.

Esto fue en el 2008 y no teníamos smartphones (de hecho, mi amigo aún no tiene uno).

No teníamos mucho dinero y no nos habíamos molestado en buscar hostales por Internet mientras estábamos en Ecuador. Entonces me acordé de una “buena” noticia que había leído unos días antes en un periódico. El año pasado hubo 286 menos asesinatos que el año anterior.

Y esto era una noticia buena.

Mi amigo seguía callado pendiente del móvil.

Eras las 03.30 y estábamos a punto de llegar a la estación de bus y no sabíamos dónde ir.

– Creo que sé más o menos en qué barrio viven. Nos meteremos en un taxi y seguiré llamando.

Encontramos un taxista muy amable.

Metió las mochilas en el maletero y entonces apareció un policía muy serio que nos pidió los papeles.

Se los dimos y el policía también apuntó la placa del taxi.

Cuando le pregunté por qué lo hacía, nos dijo con una sonrisa.

-Si los encontramos muertos tirados por la calle, al menos sabemos qué taxi cogieron.

Volvimos a mirar al taxista que seguía sonriendo, abrió la puerta y dijo

– Tomen asiento señores.

Así da gusto viajar.

A ver.

Tanto en la investigación de asesinatos como en el marketing hay algunos datos que son más importantes que otros.

En el marketing el dato más importante son las ventas.

El dinero es lo que manda.

No son las aperturas, ni los likes, ni los tweets y retweets.

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