Ayer hablé con mi hermana y me dijo que se cruzó con una amiga del colegio que no había visto en años.

Cuando eran jóvenes mi hermana y esta amiga eran inseparables y se pasaban el día cotilleando por teléfono.

Todo el santo día.

Si el teléfono sonaba, 9 de 10 veces era esta amiga.

Y hablaban tanto rato que el teléfono siempre estaba ocupado.

Bueno, un día, cuando las dos ya estaban en la universidad se discutieron y la gran amistad se fue a la mierda.

¿Y por qué se discutieron?

Pues, eran tan amigas que cada una había prometido a la otra ser la “dama de honor” en su boda.

Cosa de chicas.

Pero…

La amiga, una musulmana bosnia, que vino con toda su familia huyendo de la guerra de los Balcanes, se comprometió con un chico bosnio, y cuando se acercaba la boda tuvo que elegir la dama de honor.

Pero, no eligió a mi hermana.

Según las costumbres de los bosnios, la dama de honor tenía que ser la hermana del novio.

O la prima.

O alguien de su familia.

Alguien del clan.

Es la tradición de esa gente.

Mi madre, que no eran fan de la amiga bosnia, le dijo que los bosnios, después de los albaneses, era la gente más retrasada de los Balcanes.

Bueno.

Mi hermana se ofendió y no creo que fue a la boda.

Y tampoco la invitó a la suya.

¿Y?

Pues nada.

La amiga bosnia, una tipa aplicada que sacaba buenas notas, al acabar el colegio no sabía qué hacer con su vida.

Tenía tres ideas.

O arquitecta
O abogada.
O doctora.


Estaba a punto en matricularse para ser abogada, pero su padre, un bosnio musulmán que hablaba sueco bastante mal, le dijo…

¿Abogada?
¡Ni en pedo!
¡Jamás!

Le prohibió seguir su “pasión” y le dijo que ÉL ya había elegido su carrera.

Le dijo…

 

-Mija, Suecia no es Bosnia. 

Aquí hay mucha gente mayor y mucha dinero cuidando ancianos. Los serbios nos bombardearon la casa. Yo no sé sueco. Tu madre es analfabeta. Tu hermano es tontito y los suecos no quieren cuidar a sus propios abuelos.

 

Y ya está.

La ex-amiga bosnia estudió un carrera para cuidar ancianos y hoy es la jefa en una empresa de estas.

O dirige un ayuntamiento.

No sé bien exactamente lo que hace.

Pero, sé que ha enchufado a su marido y cuatro primos suyos y se gana bien la vida.

¿La lección?

Pues es evidente, ¿no?

Primero toca estudiar el mercado, y luego toca aplicar la “pasión” de los cojones.

No al revés.

Ahora, para los que saben más sobre su mercado que sobre la pasión…

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